¿Quién manda en tu vida? Dar respuesta a este interrogante en ciertas ocasiones parece ser sencillo pero en cambio en otras ocasiones esta pregunta promueve un sinfín de reflexiones que nos mueven a intentar comprender la trascendencia de este gran enigma.
La palabra mandar nos hace alusión a dirigir, hacia dónde nos dirigimos como personas y como profesionales. Este gran interrogante sobre la direccionalidad de nuestra vida está intrínsecamente relacionando con nuestros pensamientos y creencias, y muchas personas no son conscientes de su repercusión.
Cuando creamos pensamientos, generamos sentimientos, emociones, actitudes y acciones configurando así nuestra vida. En los momentos felices y de logros las personas nos sentimos poderosas, capaces de cualquier cosa y a su vez sentimos la capacidad de autocontrol de nuestras decisiones, pero en los momentos de incertidumbre, cuando las cosas no salen tan bien como esperábamos ¿Qué ha sucedido? Es en esas circunstancias cuando se apodera de nosotros un sentimiento de reclamo, de duda, de insatisfacción. Quizás sientas que tu voluntad flaquea, o que vayas a la deriva, dirigido por fuerzas externas.
Como vemos ambas situaciones son totalmente diferentes pero tienen un nexo en común que se establece en los pensamientos y creencias que son el motor que conduce y guía cualquier circunstancia personal o profesional. Dirigir nuestra vida es una responsabilidad que debemos aprender a realizar con conciencia independientemente de las circunstancias externas. Quizás las palabras suene más sencillas y fáciles de comprender pero los momentos clave son aquellos en donde las palabras se han de transformar en acciones, en actitudes que promuevan el equilibrio y la estabilidad psicológica, física y emocional de cada uno.
Identificarnos con lo externo produce apegos que conducen al sufrimiento, que mal gestionado promueve de forma consciente o inconsciente mecanismos de defensa como la huida o la evasión. Es decir, no querer enfrentarnos, no querer aceptar, no querer comprender, es una creencia limitante que nos detiene y nubla el juicio objetivo. A veces las personas caen en dependencias como las adicciones, la droga, al juego, al poder, al sexo, a las personas, a la acción desenfrenada o a las compras compulsivas, etc.
Podemos ver cómo las personas, sin darse cuenta dejan de tener ese poder para dirigir su vida, sueltan las riendas. Es por ello, la importancia de conocerse a uno mismo y saber responder ¿Para qué me encuentro en esta circunstancia de mi vida? Reflexionar es un momento clave para encontrar soluciones adecuadas en todos los ámbitos de la vida.
Este tema puede ser interpretado desde muchas perspectivas, desde la neurociencia, la psicología, sociología, filosofía, religión, antropología, el arte, etc. La importancia no reside en si la respuesta es científica o filosófica, sino en la creencia potenciadora que promueva a la acción constructiva de cada uno, para ser capaces de dirigir nuestra vida.
El primer paso para lograr el dominio sobre uno mismo es tener la voluntad de conseguirlo. Para ello se deberá ejercitar el poder mental para canalizar los pensamientos de manera positiva. La meditación es uno de las técnicas más adecuadas que nos confiere introspección y reflexión. Otras técnicas que se pueden utilizar son las afirmaciones y la visualización, que consiste en crear imágenes positivas en la mente para fortalecer nuestra voluntad de alcanzar aquello que nos afirme de forma positiva y potenciadora.
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